lunes, 25 de enero de 2016

Nos ponemos a peritar: perito de parte a juicio

Buenas a todos.
Continúo con las entradas dedicadas al arte de peritar.  Hoy voy a hablar de una de las diferentes formas en las que un perito puede intervenir en un procedimiento judicial, bien como perito de parte o como perito judicial. En este caso, el perito de parte.


Cuando se produce un conflicto entre los intereses de dos o más partes, se pueden demandar nuestros servicios para aportar nuestro dictamen como acto probatorio en defensa de los intereses del demandante. Éste, por medio de su letrado, interpone una demanda en la que nuestro documento va a ser una parte fundamental de su estrategia. 

Como os comenté la última vez, nuestro deber es el de actuar como profesionales, dictaminando lo que según nuestro leal saber y entender creamos que ha ocurrido. Y pondré mucho énfasis en esto: NUESTRO LEAL SABER Y ENTENDER

Es obvio que os contrata un cliente al que representa un letrado y a ambos les interesa que nuestro documento deje claramente definida una postura victoriosa. Obvio, si, pero con matices. Nunca, repito, nunca faltéis a vuestro deber como perito. La línea que separa la ética de la codicia y,  en definitiva, de una mala praxis es muy delgada, y más vale un mal juicio que una buena inhabilitación, o cosas peores.
Hay que defender los intereses del cliente, es cierto, pero actuando con la mayor objetividad posible y siendo imparciales.



En el momento en el que la parte contraria recibe la demanda, su letrado va a contratar a otro perito, compañero nuestro, con instrucciones muy precisas de coger nuestro dictamen y escudriñar hasta la última coma, en busca de cualquier cuestión que pueda hacer temblar la estrategia de la parte contraria.

Como respuesta a la demanda presentada por nuestro cliente, llegará una contestación en la que, de manera resumida vendrá a decir que no tiene razón y que nuestro informe, ése que hemos preparado con tanto cariño, es una ofensa a la profesión. 

Cuando esto ocurra, que ocurrirá, lo primero que deberíais hacer es guardar el orgullo a buen recaudo. Leed con atención el argumentario de la otra parte y reflexionad sobre sus exposiciones. Hemos desarrollado un buen trabajo y la obligación de la parte contraria es demostrar todo lo contrario y hacer trizas nuestra postura. 

Esa misión se le encarga, como os decía antes, a un compañero, actuando también como perito de parte. Es evidente que ante una misma patología no puede haber por lo general múltiples orígenes. Y debéis tener clara vuestra postura. Aquí es cuando os empezarán a hacer dudar de vuestro trabajo, pero actuando con objetividad y creyendo en vuestros argumentos os debéis mantener firmes. 



EL JUICIO
Hasta ahora habíamos realizado un fantástico trabajo y meses después nos quieren hacer creer que somos unos incompetentes. Si pensáis que ese era el peor trago que os harían pasar, esperad, seguid leyendo.

Comienza el juicio, generalmente con retraso (esto es España) y aparecen los primeros momentos tensos. Ambas partes junto a sus letrados ya togados, procuradores y los peritos. De repente, enfrente de vosotros se encuentra el perito contrario, ése que ha pisoteado vuestro orgullo. Y además lleva un montón de documentación. Y mientras la ojea habla con el letrado contrario y os mira. La tensión crece por momentos.

El secretario o secretaria nos pide los DNI y da acceso a la sala a demandante y demandado junto a sus letrados. Y ahí estamos. Perito frente a perito. Sin cruzar una mirada. Tan sólo un pensamiento compartido que dice TE VOY A MACHACAR. 



Y tras la tensa espera, la puerta de la sala se abre y pronuncian nuestro nombre. Y ahí vamos. No ubicamos a nadie en la sala, tan sólo al juez, el micrófono, un cuadro del Rey y un pensamiento de ¿SERÁ VERDAD QUE ME VAN A MACHACAR?. 

Cuando hayáis quemado toda la adrenalina, templad los nervios si no queréis ser un flan en manos del letrado contrario y un técnico inexperto y timorato delante del juez.

Tras prestar juramento alegando que vais a decir la verdad en vuestro testimonio, se os pedirá que si os ratificáis o no en vuestro informe, a lo que debéis contestar que si.

Empieza el turno del letrado de vuestra parte. Aquel que ha ensayado con vosotros la defensa y que confía en vuestro buen hacer para salir victorioso. Obviamente os hará preguntas a las que responderéis con la misma sabiduría que si os preguntan vuestros apellidos.  

Ésta es la parte en la que los nervios iniciales empiezan a desaparecer, hasta que escucháis la frase NO TENGO MÁS PREGUNTAS.

En ese momento es el turno de la parte contraria. El sudor frío que parecía olvidado vuelve a nacer y os recorre de arriba a abajo. Y comienza el turno de preguntas. Escuchad con atención y sed claros y precisos en las respuestas. La intención del letrado contrario será la de haceros dudar hasta de vuestro nombre, buscando desmontar vuestra valía y poneros como un trapo delante del juez. 



Aquí los nervios no valen. Si no entendéis una pregunta pedid que se os repita. No entréis al trapo de provocaciones y otras tácticas que sólo llevan a un fin: el de desacreditar vuestro trabajo. Tened en cuenta que debéis mantener vuestra postura firme, ésa a la que habéis llegado tras un estudio laborioso y meticuloso empleando todo vuestro saber.

Emplead el lenguaje más sencillo posible, sin atropellaros, con calma, demostrando que a pesar de los intentos de vuestro enemigo, vuestros argumentos son irrefutables, pero sin pecar de soberbios. Todo en su justa medida. Se trata de convencer al juez de vuestras posturas, de que habéis sido objetivos y nada más. Y mantened la calma ante eventuales sorpresas en forma de tretas por parte del abogado contrario encaminadas a hacer dudar de vuestra credibilidad. Contestad con sinceridad y con el rigor que vuestros conocimientos os permitan. 

Cuando la parte contraria se haya cansado de repartir o simplemente agote su listado de preguntas pronunciará la frase NO HAY MÁS PREGUNTAS. 
Vuestro trabajo en el juicio ha terminado. El sufrimiento no. Os sentáis en la sala y entra el otro perito (si la parte demandante no tiene más testigos). 



Ese que ha estado fuera esperando, afilando los dientes y que tras el acto protocolario de juramentos y demás se somete a las preguntas del letrado de su parte. La mayor parte de ellas harán alusión a vuestro informe, a vuestra actuación como perito. Intentando demostrar vuestra poca valía y vuestra falta de imparcialidad y de objetividad a la hora de peritar. 

Cuando el letrado termine con el perito, será turno de nuestro letrado, y tratará de hacer con él lo mismo que el otro letrado ha intentado hacer con vosotros.

Una vez terminado su turno y acabadas las preguntas llega el turno de los alegatos. De nuevo a escuchar el discurso por un lado de un letrado diciendo que eres Dios y del otro diciendo que eres el demonio. 

Una vez terminados los alegatos, el juez puede creer que tiene la suficiente información para poder sentenciar o por el contrario, necesitar una nueva opinión sobre el asunto para lo cual se precisará la designación de un perito judicial. 

Esta parte la reservo para otra entrada. Esta pequeña dramatización viene a explicar más o menos la asistencia a juicio como perito de parte.

Espero que os haya sido como siempre de utilidad.

Lo prometido es deuda y os adjunto un informe pericial para que podáis observar las cuestiones que se abordaron en anteriores entradas. Por cuestiones legales se han suprimido todos los datos de terceros.



Saludos y nos leemos.

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